Esta es la historia que empezó un día, ahora ya demasiado lejano. Es la historia que se inició en una habitación, aislada del ruido mundano, de un sitio amarrado en suelo firme. Solo se escuchaban los pájaros del exterior, y comenzaba la frontera entre la tarde y la noche. En esa habitación se encontraba alguien, ella, frente a un espejo grande, mirándose de frente, analizando y acariciando su propia imagen. Se reconocía perfectamente en lo que veía. Morena de pelo rebelde. Ojos grandes y brillantes. Mezcla de inocencia y picardía. Estaba absorta en sus pensamientos, en cómo podía ser capaz de estar horas observando los detalles de las cosas, de su interior o exterior, mientras el reloj marcaba como pasaban los segundos, los minutos, las horas, y en ello se fugaba el tiempo. A ella no le importaba eso. Se sabe que el tiempo pasa, a veces rápido, a veces lento, pero siempre pasa. Y ella quería dejarlo que se fuera.
En un instante sintió un roce que erizó su piel, y sin apartar la vista del espejo, observó que detrás de ella había alguien. No estaba sola, pero no se asustó. Alguien la miraba con el mismo interés que ella. El mismo brillo reflejado en otros ojos que la abrazaban con la mirada. No se dio la vuelta. Le impactó tanto ese cruce de miradas que pensaba que si se daba la vuelta, ese alguien se esfumaría dejando un rastro de humo detrás. Se hubiera quedado allí el resto de su vida, sin moverse, sin hablar con nadie más que con aquel reflejo. Sintió que esa mirada era la única que la respetaba y la entendía. No importaba nada. Cuando iban a salir unas tímidas palabras de su boca, la imagen habló, anticipándose y simplificándolo todo aún más: -Yo también siento lo mismo.
En ese momento no pudo aguantar la ansia de lo físico, de tocar, y se giró para ver de frente ese espectro. Se abrazó a lo que encontró, pero la imagen se esfumó.
A partir de ese momento dejó de ir sola por la calle, siempre sentía que había alguien con ella. Y cada vez que se encontraba delante de un espejo, recordaba su imagen compañera. Iba con ella a todas partes, a cualquier hora, y compartía, con quien fuera que la acompañaba, todo lo que hacía, sentía o hablaba. Compartía todos los movimientos, incluso cuando bailaba, y también compartía, con el espectro, sus amigos. En definitiva…compartía toda su vida.
(Según la RAE, compartir es participar en algo)
lunes, 31 de marzo de 2008
Imagen compañera
Amor eterno
"Solo te dejaré de querer cuando un niño pinte en una tela
(Nota: la cita no sé de quien es, simplemente la vi escrita cierto día en un banco de madera, las fotos de la menda)
viernes, 28 de marzo de 2008
Confesiones
jueves, 27 de marzo de 2008
miércoles, 26 de marzo de 2008
Todo depende
lunes, 24 de marzo de 2008
Noche fría
Ese día había quedado con dos de sus mejores amigas para cenar. Una venía des de lejos, hacía demasiado que no se veían. La otra, llegó de unas cortas vacaciones, pero aunque 2 semanas no son muchas, también necesitaban ya volverse a ver. Y ella llegaba de la fría, pero impactante y magnifica ciudad de las distancias. Se encontraron las tres en una noche sin muchos planes, cansadas pero con ganas de contarse. La cena transcurrió con un ponerse al día de las situaciones de cada una, antecedentes y consecuentes, conversaciones serias combinadas con sonrisas cómplices, y guiños al Protos de turno (gran vino para estas ocasiones). Después de la cena decidieron ir a tomar la copa de las verdades, esa en la que la desinhibición y la gran confianza de las buenas amigas adopta el papel protagonista; y se dedicaron a hablar de el mismo tema de siempre, ese que tanto les gustaba. Llegó el momento en que el cansancio empezó a reflejarse en sus caras, así que sin más decidieron irse, cada una por su camino, a descansar. Una vivía al lado. La otra iba en coche. Y ella tenía un paseo, normalmente agradable, hasta su casa.
Cuando inició su marcha, en dirección contraria a sus amigas, notó que el calor que había notado hasta el momento había desaparecido. Empezó a sentir como el frío entraba por su garganta, y poco a poco se iba apoderando de todo su cuerpo. Era como si una sombra oscura, helada, se instalara en cada rincón de su ser, para paralizar todo su cuerpo. Ella estiraba el cuello, no quería que esa sombra fría invadiera su cabeza, su mente, pero la sensación de que a cada paso sentía más frío, en sus órganos y en su piel, le hacía pensar que evitar eso era imposible. Esa sombra había sido más lista que ella, primero paralizó sus músculos para que no pudiera luchar contra ella, y así después podría meterse en el rincón de su cuerpo que más le apeteciera, sabiendo de antemano que lo haría en el cuerpo entero.
Con la sombra helada en su cuerpo, y en su cabeza, ese cuerpo luchador, ella, consiguió llegar a casa. El ambiente allí era cálido, pero no servía de nada el ambiente cuando el frío lo llevaba en sí misma. Pensó en enviar un sms de S.O.S., pero era tarde, y pensó que el médico le diría que era normal. Y ella en el fondo también lo sabía: con la noche llega el frío, y las sombras aunque sean más discretas son más oscuras. Así que pensó, que lo mejor sería meterse en la cama, consciente que esa noche en su cama serían multitud.
Consiguió dormirse, rendida por la oscuridad.
Despertó temprano, y un poco alarmada, intentando averiguar si seguía helada, o había sido un sueño. Se encontró arropada por sábanas blancas de serenidad, y su cuerpo estaba caliente, eso le hizo pensar que quizá había tenido una pesadilla. Pero en ese momento se dio cuenta de que había partes de su cuerpo que aún tenían resquicios del día anterior. Concretamente, su corazón, seguía encogido. Sabía que tardaría un día entero en restablecer la normalidad, pero sabía que lo haría.
“cuando a uno le falla la propia identidad,
martes, 18 de marzo de 2008
Señales
lunes, 17 de marzo de 2008
Paseando por la vida
Me despierto solo con la entrada de un rayo de luz a través de la persiana, sin abrir los ojos. He dormido suficiente, y con los ojos cerrados puedo percibir que llega la hora de despertar. Cada uno se despierta a su manera, yo prefiero abrir los ojos despacio. Se que después de esto vendrá el estirarme, el ser consciente de que he despertado y empieza otro lunes. Y sin mover un músculo de mi cuerpo, aún en la cama, pienso en el qué vendrá. Pienso en que primero me incorporaré, pondré un pie en el suelo, me giraré para poner el otro. Me quedaré sentada al lado izquierdo de la cama, mirando una ventana cerrada. Me pondré de pie sin pensarlo mucho, cuando mi culo esté harto de estar sentado. Subiré la persiana y me quedaré un ratito mirando al exterior. Y es que hoy también tengo fiesta. No hay prisa. No hay presión. Todo está dónde tiene que estar en este momento, si cambia será porqué tiene que cambiar, o porqué yo quiero que cambie.
Todo llegará cuando tenga que llegar. Nos pasamos la vida esperando, necesitando, buscando, y no vemos que las cosas van sucediendo sin más. Nuestros corazones, nuestras formas de ser, nos llevan a nuestro propios caminos.
Que suerte tener tiempo por delante, sabiendo que todo fluye, todo sucede.
Tu solo tienes que preocuparte de despertar y caminar.
viernes, 14 de marzo de 2008
En contacto con la piel
Vine aquí para conocerte, para buscar todo aquello que necesitaba, pasear por tus desconocidas razones, observarte de día y de noche, explorarme en esas perdidas calles, seguramente buscando explicaciones. Quería comer de tus olores, y beber de tus rincones, aprender de todo lo que me pudieras ofrecer. Pretendía saciar mi inquieta ansia de saber, de necesitar, de llenar un indefinido y largo vacío.
sábado, 8 de marzo de 2008
Conversaciones lejanas
-Lo he pasado muy bien esta tarde contigo, en el cine.
-Y yo, me ha gustado la peli, y la improvisación rápida. No tenia planes para hoy.
-Me habían dicho que estabas mal, que te has separado hace nada, y quería sorprenderte.
-Gracias, pero estoy bien.
-Si ya lo veo, la sorpresa me la he llevado yo al verte.
-¿Y eso? ¿por qué?
-Vestida de cuero, con esta falda y estas botas, estás tan guapa, y me sorprende que no dejes de sonreír.
-Cuando se cierra una puerta, se abren otras, y esto siempre es así.
-¿Y que hubiera pasado si en el cine te hubiera besado?
-Esto no se pregunta, si te apetece se hace y ya está.
-¿Ya, y tu reacción?
-Sabrás si me gusta si respondo con otro beso o no.
viernes, 7 de marzo de 2008
29
Despertó, sin apenas dormir, en un frío día de principios de marzo. Era un viernes, pero volvía a no ser un viernes cualquiera. La pequeña Abril tenía que volver al convento, a recoger el mas mínimo detalle que podía reconstruir el puzzle de su vida. Sabía que había muy poca información, quizá solo una edad aproximada, y el día anterior ella y su amiga apostaron en una idea. Y ellas que sabían. Cuando uno no sabe, es fácil inventar. Abril, hizo partícipe de esa fantasía a alguno de sus apoyos, y todos coincidían en una temprana edad. Pero hasta ese viernes, todo parecía un juego, un sueño, una imagen a veces irreal.
Cuanto mas avanzaba la inquieta Abril en su camino, mas cosas aprendía de si misma, más recordaba y afloraban sus miedos y sensaciones infantiles. Cada paso era un regalo para ella, cada reacción una explicación. Todo para aceptarse con la cabeza bien alta.
Llegó al convento antes de la hora prevista, le gustaba ser puntual. Entró en la misma sala de siempre a esperar. Esta vez se sentó, y la hermana no se hizo esperar. Las sonrisas y el cariño llenaron la habitación... Hablaron del mes de espera que ya había pasado, de la angustia y el poder ser paciente, de la importancia de hacer bien las cosas, y por fin la hermana soltó como si nada -Tu madre tenía 29 años, Abril. (.............) La habitación se quedó muda un instante. Abril, se quedó perlpeja al recordar sentimientos de rechazo, de no entender, de haber sido realmente un problema. Fue un duro instante. Un instante agridulce. Pero habían avanzado en algo, si sabia una edad, quizá sabría un nombre.
-Si tenemos un nombre, pero no te lo puedo decir, tenemos que intentar contactar primero con ella Abril.
-Me da igual no saberlo aún, hermana, si vosotras tenéis algo sé que está en buenas manos. Entiendo que todo tiene que ir a su tiempo.
La hermana sonrió y la abrazó.
Abril, para variar, lloraba. Estaba asustada, pero esperanzada. Quizá no llegaba a ninguna parte, pero de momento ya sabía algo más que al iniciar su camino:
Su madre tendría ahora 61 años, y era de la Sierra Madrileña.
miércoles, 5 de marzo de 2008
lunes, 3 de marzo de 2008
Lágrimas
Era un lunes. Eran las 9.30 de la mañana. Se acercaba el día de su marcha al reencuentro con ella misma, y decidió hacer otro intento. Decidió volver a llamar a la hermana, por si ese día amanecía con alguna sorpresa. Cuando descolgaron el teléfono al otro lado, la sangre de su cuerpo empezó a bombear con fuerza, y al oír la voz de la hermana su corazón rogó en secreto un “por favor”. A las primeras palabras escuchadas, empezaron a rodar lágrimas por las mejillas. Todo era negativo. La madre superior de hace 30 años atrás, la única que no se había movido del convento, la única que podía recordar algo, había perdido su memoria, no recordaba nada, aunque le sonaba el nombre de la pequeña Abril….solo… le… sonaba. Las cartas que una vez su madre escribió, al poco de separarse de ella, tampoco aparecían. En algún sitio tendrían que estar. Unas cartas no se van solas, y las monjas no tiran nada. Abril había soñado en innombrables ocasiones con aquellas cartas, con su tono, con las palabras escritas, con la emoción descrita. Y allí estaba ella, pegada a un teléfono, totalmente en silencio, escuchando que todo era muy difícil. Al final por fin escuchó que algo si se había encontrado, una edad y quizá un sitio exacto, una raíz real. Las lágrimas empezaron a caer con más rapidez, sin saber sin eran de emoción o por lo mucho sufrido, y que aún quedaba por sufrir. Quedaron las dos para verse otra vez, y determinar el siguiente paso. Ahora Abril tendría que esperar 4 días enteros, para poder ver los ojos de esa mujer, y saber un poco más de sí misma. Colgó el teléfono. Era un lunes y eran las 9.30 de la mañana, Abril tenía que ir a trabajar. Sabía que esas llamadas eran peligrosas para el transcurso correcto de su vida laboral, pero no había otro momento, otra forma. Era un lunes, y Abril lloraba tanto que no podía ir a trabajar.