martes, 28 de octubre de 2008

Vida en borrador

Sentada en el suelo como una niña, con la luz del fuego de la chimenea en su cara, revuelve en su historia. La leña incandescente resalta un rostro curtido con huellas de los años pasados. Aún así, sigue siendo bella. Escucha el crujir de la madera en medio de un silencio respetado. Su mirada sigue viva, su porte sereno y amable. Ha alcanzado lo que quería. Le costó, pero lo consiguió.

Ahora, sentada en el suelo a su edad, conmemora tiempos infantiles. Siempre le gustó sentir el calor cerca, muy cerca. Su padre solía decirle que un día se le quemarían sus largas y espesas pestañas de tanto arrimarse y mirar. Entonces ella movía un poco el trasero, como quien quiere ser precavido, echándose un poco para atrás. Pero al segundo volvía a estar pegada a la chimenea, no lo podía evitar.

Sigue sentada en el suelo y mientras los minutos marcan su paso vuelve a la realidad. Mira la llama ardiente como serpentea entre troncos. No le sorprende, está acostumbrada a la maravilla de tal espectáculo. Ella solo necesita formar parte de este juego, alimentando el ardor. El suyo y el del fuego. Apresa una a una esas cartas que dormitan a su lado, esas cartas que narran su historia (la pasada, no la que aun le pertenece), las mismas que la incitaron al insomnio, y con solemnidad las entrega al que tiene enfrente, a su aliado. Prenden con rapidez. Sonríe estoicamente.






Sentada en el suelo como una niña, a pesar de saber que ya son sus últimos días, tiene una certeza: consiguió reescribir su historia. El primer guión, el que arde ahora, se quedó simplemente en borrador.

domingo, 26 de octubre de 2008

Dedicatoria

Para la chica que habla suave y con calma pero con pasión.


Porqué las palabras nunca dejen de sorprenderme y
porqué los regalos pueden ser múltiples
incluso en ignorancia a los ojos del que regala.

martes, 21 de octubre de 2008

Sin más palabras


Incredulidad, sorpresa, nerviosismo, ilusión, ganas…
risas, besos, abrazos, caricias…


Felicidad, completa felicidad.

Así pasé mi cumpleaños.

Gracias

lunes, 13 de octubre de 2008

Te fuiste con el sol



Te fuiste buscando el sol de un atardecer

Y en ese momento enmudeciste

Callé y callamos todos por falta de palabras

Pero hoy quiero recordarte

Quiero enseñarte dónde estás

Me dijiste en el último café

“me gustaría mucho hablar más con vos”

Y sin darme cuenta ahora me escuchas cada día

Sé que es absurdo lo que digo

Que no eres tu el que está ahí

Pero eso no me importa

Solo sé que por un detalle

Ahora hacemos lo que la vida rompió.

No hace mucho me preguntó un niño

“¿porqué les has puesto gafas al sol?”

Y sin esperar respuesta, el mismo contestó

“seguro que por lo mucho que brilla

…. puede que cause dolor”

Para ti, Bruno, en mi entrada número 100.

viernes, 10 de octubre de 2008

Duendecillos

Me despiertan esos duendecillos
sacados de las más dulces soñadas tinieblas,
se apoderan de mi cuerpo
y provocan el desastre reconocido
aporrean a izquierda y a derecha,
bajo la cabeza y hago el intento de ampararme
y en un instante atrevido puedo ver sus sarcásticas sonrisas.
Que alguien berree himnos victoriosos y de valor
que alguien sustente la gracia del guerrero,
del que delibera en la locura del vivir y medita su dolor.


***


A veces pienso desoladamente
Que es en la vida misma
Es en su limpia página
Donde se me derrama el borrón de la muerte
Pero miro allá abajo
Donde luce el frescor recién vertido
En el cuenco frugal de la mañana
A los perros nerviosamente alegres
Que en mi lugar y en nombre mío
Retozan entre sí
Tan exhibicionistamente vivos
Y sé que hay todavía cosas
Que hay que aprender a poner en su sitio.

21 sep 08 - Tomás Segovia

martes, 7 de octubre de 2008

De protagonistas

Veo en mi entorno familias completas en las que cada uno mira por su bien, en las que se pretende que los hijos se adapten a los horarios, deseos, expectativas o aficiones de los adultos. Y en el caso de que el niño manifieste su desacuerdo de alguna manera, se rebelan con un “porque me hace esto a mí, con lo que yo hago por él” en lugar de intentar entender que quizá es el adulto quien tiene la capacidad (en teoría) de comprender las necesidades del menor, y poder adaptarse a él.

Me harto del “lo que tienes que hacer es…” (de adultos a niños, o de adultos a adultos, da igual, existe en todas las modalidades), indicando que aquello que haces, tus decisiones, o como las llevas a cabo son totalmente equivocadas. Me cansa el sabelotodo, el que está de vuelta de la vida, y el que cree que siempre tiene la razón. El que no escucha, y el que se pisa al hablar a sí mismo, y que además como necesita escucharse por encima de todo grita más a ver si se oye.


En una sociedad que se mueve en el yo más intrínseco, en el que el protagonista de nuestras vidas es el individualismo, junto con un papel secundario del egocentrismo, me emociona cualquier gesto de generosidad, de empatía, apoyo y reconocimiento de los personajes que normalmente actúan como “bulto” en esta película que es la vida. Pues nada, que sepáis que he decidido que en la mía pasáis a tener el papel principal.

domingo, 5 de octubre de 2008

Acto de valor

Recibió la llamada habitual de su madre, la de “sé que estás enferma, ¿quieres que vaya?”. Era un domingo, y Abril llevaba muchas horas en la cama, era lo que necesitaba. Esa llamada se convirtió en algo que muchas veces había deseado, pero que no creía que nunca llegara.


Unos días antes, un programa en la televisión había incitado y maquinado esa conversación.

M: ¿viste el programa del otro día que hablaban de las adopciones?

A: me avisó S. por mensaje, pero lo pillé cuando terminaba, me han dicho que fue muy interesante.

M: me hubiera gustado verlo con mis 2 hijos al lado y poder contaros todo lo que quisierais. Aunque en tu caso sé muy poco. Fueron situaciones muy distintas.
(….)

Tú eres toda una “señorita”, no te ves Abril. Tu madre estuvo tiempo carteándose con la madre Alicia, se preocupó mucho por ti. Sé que era alguien muy educado, culta, que escribía muy bien, por sus cartas que eran todo sentimiento y preocupación. Sé que era de la Sierra. Su parto tuvo más complicaciones por la incompatibilidad de vuestros grupos sanguíneos. Pero todo lo que yo sé creo que ya lo sabes tú. Pero solo tienes que preguntar, no quiero que eso sea un tabú, sabes que tu padre y yo creíamos en las palabras, y yo sigo creyendo.

A: ¿sabes de qué pueblo era?

M: no, hija, no puedo ayudarte en eso, no sé ni su nombre, a diferencia de la madre de tu hermano.

A: mamá, ha sido complicado llevar esto todos estos años?

(….)

Hubo momentos muy difíciles, tú carácter hacía que llegaras a casa y dijeras lo que te preocupaba, tu siempre has sido más inquieta y muy expresiva, pero tu hermano……Tu hermano llegaba a casa casi cada día con moratones, hasta que un día me dijo “mamá porqué has dicho que soy adoptado”. Y yo preocupada le expliqué tan bien como pude, que me preocupaba tanto que estuvierais bien, que cada año hablaba con vuestras profesoras y les contaba vuestra situación. Ellas no le daban importancia, pero yo sabía que si la tenia, y que tenían que tenerlo en cuenta. La voz en esta ciudad vuela a pasos agigantados, y la información puede ser muy buena pero a veces también puede ser muy mala. Todo depende de quién la use.

(….)

Casi una hora de teléfono puede dar lugar a mucha confesión. Hechos que apenas se sabían o se recordaban. El esfuerzo, mezclado con la emoción y el llanto, indicaban lo que significaba ese momento para su madre. Había sido valiente hablándole de sus batallas, ahora le tocaba a Abril serlo, se sentía en deuda con ella.

jueves, 2 de octubre de 2008

Mente amnésica

Llevaba un tiempo quejándose de falta de memoria. No recordaba cosas importantes, cuando siempre había sido una de sus virtudes. No entendía como podía olvidarse de cosas que le interesaban, nombres de libros, de personas, incluso de gente cercana. Se daba cuenta de su mente amnésica, así que se esforzaba. Intentaba prestar más atención a todo y repetía los nombres en su interior para que se le quedaran. Pero no lo conseguía, al día siguiente o al cabo de un instante no recordaba aquello en lo que había puesto todo su empeño. Quería pensar que tenía demasiadas cosas en la cabeza, mucho trabajo y cosas a resolver. Cansancio…era eso, o quizá exceso de información. También se daba cuenta de la facilidad en la que se quedaba ausente, desconectaba mientras le hablaban. Antes se recreaba escuchando al otro, y disfrutaba en ello. Ahora eso había cambiado. Y cuando por fin llegaban los deseados fines de semana, al final resultaba que solo quería pasar el máximo tiempo posible en la cama y dormir. Sabía que eso no era del todo normal. Pasó el tiempo, hasta que un día de forma brusca se lo dijeron:


“Tienes una enfermedad”

“¿una enfermedad?”

“Ya basta, no lo escondas más, tú sabes en el fondo que algo en tu organismo no funciona. Y hace tiempo”

“Es el cansancio”

“No, no es eso. No es grave, pero te tienes que sacar eso que llevas dentro. Cuanto más tardes en aceptar lo que te acompaña, más grande va a ser, y más vas a tardar en sacártelo de tus entrañas. Hazlo antes de que sea demasiado tarde.”


Y esa noche en su casa, abrió una botella de cava y una libreta para escribir sus memorias.