miércoles, 26 de mayo de 2010

Habría que patentarlo

martes, 18 de mayo de 2010

Escapé

Me encontré, sin saber cómo, en esa jaula cerrada llena de animales. Desorientada buscaba por donde salir antes de que despertaran. Me temía su ferocidad, no parecían animales muy dóciles.

Vi el túnel por dónde les llegaba la comida, y pensé que arrastrándome por ahí algún sitio llegaría. Después de todo, la comida seguro que la ponían humanos de mi tamaño, y algún sitio tenía que llegar. Me arrastré en la oscuridad. El olor a comida putrefacta me dificultaba avanzar, pero yo tenía mi objetivo y no pensaba desistir.

Al final del túnel encontré una reja. Pasé mi pequeña mano entre los barrotes, esperando encontrar como abrirla. Necesitaba salir de ahí, el aire me empezaba a faltar. A tientas encontré el pestillo, y logré abrir la reja. No veía donde estaba ni que me deparaba el siguiente paso. Oscuridad absoluta. Empecé a escuchar rugidos a lo lejos, las bestias empezaban a despertar de su larga siesta. Sin saber que pasaría y ayudada por el miedo me empujé al vacio de un salto. Salí del túnel. Y de golpe se encendió una luz. Estaba en una sala enorme, con una puerta que parecía enorme, comparándola por donde acababa de pasar. Me sorprendió gratamente ver que esa puerta estaba abierta a mi paso, así que con la prudencia del quien no sabe que sorpresa más le depara el destino, la empujé. Pesaba, pero conseguí salir. Una vez fuera vi un mundo, el que yo conocía, el que me disponía a disfrutar ahora que estaba en total libertad.

Antes, pero, pensé en cerrar esa puerta, no fuera que los animales lograran escapar. Lentamente por el peso empujé con mis dos manos, pensé que sería suficiente al ver que se movía la puerta en la dirección esperada. Cuando ya estaba casi cerrada del todo llegó un golpe de viento huracanado que la volvió a abrir de golpe. No sé si me lo pareció a mí, pero creo que fue de un rugido de un león. Me paralicé un instante, pero rápidamente pensé que tenía que cerrar esa puerta. Volví a empezar, esta vez ya no solo con mis manos, sino con todo mi cuerpo. Me apoyé en la puerta y me concentré. Quería ser positiva, pensando que así cogería más fuerza y lo lograría antes. A pesar del tamaño de la puerta, a pesar de tener que hacerlo sola, a pesar del miedo, esta vez estaba segura de que la conseguiría cerrar.

martes, 11 de mayo de 2010

Soñando con sus cartas



Recuerda la primera vez que su corazón se paró. Fue en ese momento cuando conoció lo que es estar en estado de shock.

Tan solo contaba con 15 o 16 años. Tan solo era una niña. Recuerda un pasillo lleno de gente llorando por una muerte. Recuerda su espalda pegada a una pared, asustada, y sin querer asomar su cabecita a la puerta a través de la cual la Madre Alicia descansaba definitivamente. Sintió pena, sintió dolor, sintió rabia. Ella esperaba el cielo a través de su mirada. Y de golpe todo esto se transformó. Su madre sin previo aviso, habló:

- Si entre las cosas de la Madre Alicia encontráis unas cartas de la madre biológica de Abril, guardadlas para ella.

Y allí sintió que todo en su cuerpo se paraba. Dejó de respirar. Su cabeza se quedó en blanco y su cuerpo se paralizó. Las palabras desaparecieron y quizá también cualquier tipo de pensamiento. No sabe ni que sintió, seguramente nada. Su garganta se cerró. Gritó sin decir nada. A partir de ese momento su corazón se hizo de cristal. No recuerda un momento igual.

Y ahora, muchos años después, desea que uno de sus sueños le sueñe a ella. Imagina a su madre desconocida, escribiendo a mano su vida: su pelo lacio y moreno se mezcla con unas lágrimas que resbalan. Y con un gesto de culpa rápido la aparta con un dedo, como si así ni ella misma se diera cuenta de su tristeza. Apenas se seca una lágrima asoma otra y, entre ellas, una de muy descarada se posa en el papel, intentando desdibujar cualquier huella de padecimiento. Quiere pensar que una vez dejado todo por escrito, todo acabará. Su herencia son esas palabras.

Ahora Abril piensa en tener esas cartas, envejecidas por el tiempo, entre sus manos. Son mucho más que palabras. Podría ver la delicadeza de un trazo. Podría ver un poco de sí misma. No soporta la idea de saber que hace más de 30 años eso fuera visible para cualquiera, y ahora ella no tiene ni acceso a ellas. No fue un sueño, fue verdad. Se repite las palabras de su madre para recordarse que no lo soñó, esto no. Agotada, por un tiempo en el que se culpaba por buscarlas, por un tiempo de silencio pasado, piensa que todo debería ser más fácil. Podría recorrer a un universo de recursos para encontrar aquello que le pertenece… ¿podría?.... ¿realmente le pertenece?....

Piensa que si ella hubiera querido que la encontrase…hubiera dejado alguna señal…

domingo, 2 de mayo de 2010

En mis recuerdos


Fue hace mucho tiempo. Mucho. Y ahora me acuerdo de nuestra última conversación. Fue en un momento delicado. Cuando yo intenté acercarme a ti tú no estabas. Luego fuiste tú el que no me encontraste. Y siento que a veces hacemos las cosas demasiado complicadas.

Y ahora te vas, sin poder decirte que durante un tiempo fuiste muy importante para mí. No me interpretes mal, no me arrepiento de nada. Sigo pensando que la amistad no entiende de reproches ni bandos, que el amigo a pesar de la distancia y de los desacuerdos sigue teniendo un lugar para ti. El amigo es aquel que sientes que siempre está, no solo en ocasiones señaladas. No es tan importante el contacto, como el sentir que puedes contar. Da igual lo que pase, el amigo siempre tiende la mano dispuesto a aprovechar el momento del acercamiento. A escucharte en todo lo que sientes y te sucede, a todo lo que pueda suceder en tu vida. El interés, la escucha y simplemente estar y respetar. Eso es la amistad.

Lamento que la despedida fuera cruel. Seguro que tú guardaste un buen recuerdo de mí, vestida de blanco. Y yo tengo tu sonrisa grabada en mi mente con un ramo entre tus manos.

No pienses que nunca más me acordé de ti, no fue así. Nosotros decidimos nuestros caminos, y mejor tener este recuerdo bonito que engañarnos aguantando situaciones en las que no nos comprendíamos.

Fue hace mucho tiempo. Y ahora, en casa y rodeada de miles de recuerdos, me acuerdo de nuestra última conversación. Ya no hay reproches ni incomprensión. Solo recuerdos. Y entre todos desde el viernes, cada día tengo un instante para los buenos momentos que compartimos.

Las oportunidades que te da la vida nunca son infinitas. Siempre hay un final. Hay que aprovechar cuando una te llega, nunca sabrás si habrá otra oportunidad mañana, la próxima semana o al año siguiente. Nunca sabes si tu tiempo se acaba, ni si lo que te ofrecen es terminal.

Te quise mucho. Descansa en paz.