Fantasías de la espera

Todo había empezado ya, y los días, uno tras otro, iban construyendo la espera. Una espera incierta. La espera de una llamada. Había decidido, como en otras veces, ir de la mano acompañada de su paciencia. Aún así, a veces se angustiaba, y disparaba su fantasía sin control. Se repetía constantemente -en estas cosas uno sabe cuando empieza, pero no cuando y como termina-. Soñaba con esos pasos que aún no sucedían. A veces esos sueños le hacían sentir mal, no quería herir a nadie. No podía pensar que estaba haciendo daño a alguien, eso la destrozaba por dentro. Y cuando pensaba en ello no podía evitar llorar. Y entonces, cuando esto sucedía, se imaginaba espiando una vida des de la distancia. Pensaba que si conseguia saber quien era, se sentaría en un banco, y la observaría. Observaría a esa mujer. Quería ver sus movimientos, el color de su piel, si sonreía, o lo que le decía su mirada. Se volvería espía de su vida. La esperaría en la entrada y la salida de su casa. La vería volver con las bolsas de la compra, barriendo la calle. Hablando con la vecina, sonriendo quizás a la llegada de sus nietos, abrazar a sus hijos. Besar a su marido. Observar cada uno de sus gestos, el movimiento de sus manos, su caminar, y poder pasar a su lado y sentir su olor….. Quería que le hablara sin palabras, sin saber quién era ella, con esas cosas que nos delatan. Mirar cada detalle de su cuerpo, de su alma, y de su vida. Y como mucho, un día se le acercaría despacio para preguntarle:

-Le ayudo en algo Señora?

Solo por poder mirarla a la cara y darle un guiño agradecido, un guiño sin palabras.

Pero todo esto, todo, existia en su fantasía, fantasía de niña pequeña.

-Abril, reacciona....despierta de tus sueños y vuelve a casa.