Y ahora te vas, sin poder decirte que durante un tiempo fuiste muy importante para mí. No me interpretes mal, no me arrepiento de nada. Sigo pensando que la amistad no entiende de reproches ni bandos, que el amigo a pesar de la distancia y de los desacuerdos sigue teniendo un lugar para ti. El amigo es aquel que sientes que siempre está, no solo en ocasiones señaladas. No es tan importante el contacto, como el sentir que puedes contar. Da igual lo que pase, el amigo siempre tiende la mano dispuesto a aprovechar el momento del acercamiento. A escucharte en todo lo que sientes y te sucede, a todo lo que pueda suceder en tu vida. El interés, la escucha y simplemente estar y respetar. Eso es la amistad.
Lamento que la despedida fuera cruel. Seguro que tú guardaste un buen recuerdo de mí, vestida de blanco. Y yo tengo tu sonrisa grabada en mi mente con un ramo entre tus manos.
No pienses que nunca más me acordé de ti, no fue así. Nosotros decidimos nuestros caminos, y mejor tener este recuerdo bonito que engañarnos aguantando situaciones en las que no nos comprendíamos.
Fue hace mucho tiempo. Y ahora, en casa y rodeada de miles de recuerdos, me acuerdo de nuestra última conversación. Ya no hay reproches ni incomprensión. Solo recuerdos. Y entre todos desde el viernes, cada día tengo un instante para los buenos momentos que compartimos.
Las oportunidades que te da la vida nunca son infinitas. Siempre hay un final. Hay que aprovechar cuando una te llega, nunca sabrás si habrá otra oportunidad mañana, la próxima semana o al año siguiente. Nunca sabes si tu tiempo se acaba, ni si lo que te ofrecen es terminal.
Te quise mucho. Descansa en paz.
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