Llega el final de la semana y con ello el esperado, el deseado viernes.
Planes de los que solo se sabe el inicio pero no el final. El protagonista como siempre será la improvisación.
Es noche de viernes, llegas a casa pensando en una ducha, enfundarte en unos vaqueros ajustados negros, el color de la oscuridad, y las botas que impiden los pisotones de turno. Camiseta de tirantes, para cuando la temperatura empiece a subir. Sonrisa abierta y a la calle a beberte de un sorbo lo que te ofrezca la noche.
Primera copa, conversación, risas, desinhibición y desconexión. Piensas que tienes una doble personalidad, o una doble vida, la responsable, seria y controlada de la semana y la locura que te invade poco a poco en esas noches de los fines de semana. A la segunda copa el cuerpo empieza a moverse y necesitas dejarlo a su aire, no reprimirlo ni un segundo más.
Buscas el local adecuado y qué más da cuando entras si está lleno o vacío, si la gente te mira o está a lo suyo, simplemente te sientes la reina de la pista. Has empezado discretamente y ahora como una posesa ya no puedes parar de bailar.
Saltas, giras, cantas…o más bien gritas…y así horas y horas sin parar.
Y en esos momentos que más da todo. Solo tienes algo en mente, dejarte llevar hasta que la noche de paso al día, te echen del local y tu cuerpo exhausto pueda dormir en paz.
1 guiños:
Joder, yo no lo hubiera expresado mejor.
de lujo, compañera.
Un saludo.
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